Se trata de una enfermedad crónica que se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, con hipersensibilidad en diversas partes del cuerpo
La fibromialgia es una de las causas más comunes de dolor y, en los últimos años, ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia, hasta convertirse en un problema de salud pública de primer orden. Se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, con una exagerada hipersensibilidad en múltiples áreas corporales sin alteraciones orgánicas demostrables. Se relaciona con una gran variedad de síntomas, entre los que destacan la fatiga persistente y el sueño no reparador. Además suele coexistir con otros trastornos reumatológicos y psiquiátricos.
En España más de un millón de personas están afectadas, aunque las cifras no son precisas porque son patologías en las que el diagnóstico es difícil o se hace con retraso respecto a la aparición de los primeros síntomas.
Se trata de una enfermedad crónica caracterizada por dolor músculo-esquelético generalizado y una reducción del umbral del dolor, con aumento de sensibilidad dolorosa a la presión en determinados puntos del cuerpo. Este dolor se localiza sobre todo en zonas musculares, sin que exista un daño aparente, y el paciente presenta gran sensibilidad a cualquier contacto físico o cambio de temperatura.
Se suele asociar a otros problemas de salud como la mala calidad del sueño, la rigidez matutina, el cansancio, la depresión y la ansiedad, la cefalea, el hábito intestinal irregular, el dolor abdominal difuso, los calambres musculares y la sensación subjetiva de hinchazón.
Es la tercera enfermedad reumatológica diagnosticada con mayor frecuencia, después de la osteoartritis y de la artritis reumatoide. Es más frecuente en la mujer, de tal manera que se diagnostica en un varón por cada ocho mujeres. La media de edad en la que predomina su diagnóstico se sitúa en torno a los 40-49 años, aunque los primeros síntomas pueden aparecer entre los 20 y los 40 años.
Aunque todavía no existe una cura universalmente aceptada, hay tratamientos que son eficaces como la educación del paciente, el ejercicio, las terapias conductuales y el consumo de ciertos fármacos.
Entre las terapias no farmacológicas, las intervenciones nutricionales están demostrando actualmente una creciente importancia. Los programas incluyen la educación nutricional, dietas específicas, suplementos nutricionales y estrategias para perder peso.
Es importante tener en cuenta que esta enfermedad precisa de un enfoque multidisciplinar que incluya la colaboración de varios especialistas, además de ser fundamental un diagnóstico precoz y la combinación de un tratamiento farmacológico con un programa de ejercicios para conseguir mejores resultados.
Como hemos dicho, no existe un tratamiento farmacológico específico para esta enfermedad, si bien si se pueden tratar problemas asociados como aliviar el dolor, mejorar la calidad del sueño, eliminar la astenia o restablecer el equilibrio emocional mediante el uso de analgésicos, antidepresivos, antiinflamatorios y relajantes musculares.
En cuanto a la parte no farmacológica, sus pilares son educar al paciente, realizar ejercicios y estiramientos y llevar a cabo una terapia cognitivo conductual. Para estos pacientes es fundamental que se mantengan activos y llevar a cabo programas de autoayuda.