Hace tres años, mientras hablaba con una amiga pude notar que se me dificultaba expresarme claramente, usaba un vocabulario muy básico porque no encontraba las palabras que precisaba para darme a entender, creo hasta hoy que ella no lo notó, pero yo sí lo noté y esa confusión me hizo sentir lenta.
Luego, cuando tenía que escribir un mensaje para enviar por correo electrónico, tuve la misma dificultad, no recordaba los nombres de las cosas y tuve que hacer varias correcciones (más de las usuales) en aquello que escribía, cambiaba el orden de las palabras o ponía letras que no correspondían, de repente se me olvidó la ortografía que en mis años escolares me había distinguido; ¿qué me estaba pasando?.
Vivir con fibromialgia me ha llevado a ser más cauta, porque a medida que algo me ocurre es muy fácil pensar primero que todo se desprende de ella; antes de sacar esa conclusión, le di antes un tiempo para saber si esta “lentitud mental” se repetiría.
Los días posteriores no cambió mi situación, es más, creó que empeoró, ya no podía resolver fácilmente una operación matemática, tenía que pensar más detenidamente como si se tratara de una complicada ecuación; redactar, hablar y hasta pensar solo pensar se me dificultaba.
¿Cómo? te podrás preguntar; para tratar de explicarme mejor usaré como ejemplo hablar a cerca de una “mesa”:
En condiciones normales puedes hablar de la mesa simplemente nombrándola:
“ayer dejé tus los libros en la mesa del comedor”
Cuando no puedes pensar claramente, es posible que no puedas nombrarla; divagas, la tienes en mente pero no recuerdas su nombre, sabes para qué sirve pero no logras juntar su significante con su significado; por ejemplo:
“ayer tus libros los dejé en…mmmmm, ehh sobre la base de madera, la que está en la habitación contigua de tu cocina”
Suena exagerado ¿verdad?, pero como aclaro, es solo un ejemplo de lo que ocurre con frases u oraciones más complejas cuando no piensas con claridad, ya te harás a una idea de lo frustante que esto es para una persona que antes lo hacía con soltura y sin preocuparse por comunicarse apropiadamente.
Esto se lo comenté a mi neurólogo, él me habló de la neblina mental, me dijo que efectivamente hacía parte del síndrome que es la Fibromialgia (pero no exclusivamente); no pude evitar preguntarle: entonces ¿cuántos síntomas más tiene?, él procuró hacerme entender que como aún no se tiene certeza acerca del origen de este síndrome, solo se han evidenciado síntomas coincidentes con otros pacientes, pero no en todos ellos les ocurre lo mismo, algunos experimentan esta neblina mental otros aún no manifiestan haberla experimentado.
La neblina mental impone un nuevo reto para el paciente fibromiálgico, tenemos que enfrentar el hecho que para escribir o hablar o para simplemente pensar necesitamos más energía de lo usual, ya no podemos simplemente llamar “mesa” a la mesa, ya que no logramos encontrar su palabra.
Esta neblina también la padecen aquellos que no tienen un sueño reparador, o aquellas personas que trasnochan demasiado incluso a aquellas que llegan a sus límites de estrés; porque el cerebro necesita un completo descanso y al recibir estímulos durante su tiempo de descanso se sobrecarga y no rinde su máxima capacidad; solo basta recordar las noches en la universidad haciendo trabajos en la madrugada, para asistir a clase de 7am y sin saber dónde estábamos parados, así es la neblina mental en la fibromialgia.
Se ha vuelto tan común que la llaman fibro-niebla, al parecer el cerebro del fibromiálgico no descansa una vez se va a dormir, muchos hemos también padecido de largas temporadas de insomnio; entonces, es de suponer que el cerebro al no recibir un reparador descanso, está sobre- estimulado y en permanente estado de alerta sin necesidad.
Algo que debemos aprender sobre la fibromialgia, es que cuando creemos que ya sabemos lo suficiente, siempre aparece algo nuevo, que a la vez nos obliga a llevar las cosas con más calma, porque con ella todo parece ir en cámara lenta.
Esta enfermedad es el reto de ir más lento, en un mundo convulso y desaforado, es aprender a vernos y precibirnos de otra manera, más reflexiva y entre inspiraciones y suspiros.